En
Puerto Escondido, Córdoba el vallenato y la música alegre abunda por donde se
mire, a pesar de la pobreza de muchos de quienes viven allí, las sonrisas predominan
en el lugar. En una pequeña casa humilde y muy sencilla vive Martin, tan solo
tiene 15 años y aunque las preocupaciones del dinero, la comida, su hogar
siempre le han atañido vive feliz y pleno pescando, jugando, ahorrando para
comprar un acordeón de segunda mano donde “Doña Concha” y mirando a Julita, esa
era su actividad favorita.
Julita
es una niña un poco diferente a las otras, aunque no tiene su piel morena como
la mayoría de sus amigos, su acento la hace más costeña que nadie. Ella tiene 13
años y aunque vive en las mismas condiciones de Martin, es igualmente feliz y
es que desde hace meses hay un aura especial cuando está cerca de él, unas
miradas que solo ellos entienden, miradas que culminan con versos escondidos
que solo tienen sentido en la alegría de sus voces. No importa que sean un par
de niños, no importa que se conozcan de toda la vida y solo hasta este año haya
ese sentimiento que nadie puede describir, ahora son más felices que nunca y
eso es mucho decir.
Todos
los años en Puerto Escondido celebran el Festival del Bullerengue, la cual es
la excusa perfecta para dejar atrás la rutina y gozar entre el bullicio. Hoy
Julita y Martin decidieron no estar con todos sus amigos, tal vez planean algo
o tal vez solo quieren mirarse de aquella manera especial que ya es costumbre.
Se encuentran cerca a sus casas, se toman de las manos, caminan juntos un par
de cuadras hasta que Martin la detiene, la observa y de repente le da un beso,
un beso de niños pero lleno de risillas de felicidad y de un sentimiento puro.
De seguro era el primer beso para los dos, pero ha sido perfecto. Es imposible
saber que va a pasar ahora, solo toman sus manos de nuevo, siguen caminando
hacia el festival y en sus miradas hay un brillo que hasta los más simples de
sus amigos notaran.
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