Odio ¿sentimiento negativo? El odio no te hace enceguecer, enloquecer,
no te vuelve un inútil, no te hace dibujar corazones en la esquina de un
cuaderno, el odio aunque idealistas optimistas lo pinten negativo es puro, sincero,
el odio no espera nada a cambio, no es pretensioso, no exige nada como lo hace
el amor. Cualquiera puede perder la razón al enamorarse, cualquiera ve el cielo
en los ojos de la persona amada pero no cualquiera odia con el corazón, no
cualquiera es fiel a sus sentimientos y guarda rencor en cada poro de su
cuerpo. Repito el odio es más simple, más puro, es casi perfecto.
No es resentimiento lo que se esconde bajo mis palabras, es sinceridad,
algo a lo que se ha acostumbrado esta sociedad a huirle...o bueno tal vez si
hay algo de resentimiento pero y ¿a quién le importa?
Yo fui feliz,
yo creía en esas tonterías del amor, inocentemente pensaba que los finales
felices no solo estaban en los cuentos de hadas. Amar es de ilusos, odiar es
una realidad.
Les explico antes de que me miren como si fuera cruel o mala, yo fui
feliz, tenía mas de lo que podía pedirle a la vida. Mi nombre es Beth y el de
ella es Elizabeth "ella" es mi madre, una mujer que nunca dejo de
estar para mí en cuerpo pero nunca estuvo en alma y corazón, nunca le conocí en
realidad, solo veía a través de sus ojos sus mentiras y sonrisas que solo
brotaban cuando estaba con los que creía eran sus amigos, porque para mi padre,
mi hermana y para mi esas risas no existían.
La amaba, no les miento a pesar de sus miradas frías y caricias
hipócritas, la quería tanto como se puede querer a una persona. Si me lo
preguntan hubiese dado todo por ella y por verla feliz un segundo, feliz de
verdad
Un día que parecía ser como cualquier otro en el que mi casa estaba tan
sombría como siempre, una discusión se desato ya ni siquiera recuerdo porque,
eran Elizabeth y mi hermana Fernanda, gritaban por toda la casa, pataleaban, sollozaban,
poco entendía el porqué de la rabieta, solamente la risa me cambio desde el primer grito,
recuerdo como se decían cosas horribles que desearía no haber escuchado,
recuerdo como se golpeaban mientras yo en el medio intentaba separarlas sin
lograrlo; después de un rato Fernanda se fue y mi mamá lloraba sin parar. El tiempo se nos fue
para mi hermana y yo, pasamos desapercibido lo que podría ocurrir.
¡Dios! ¿Cómo iba a saber que sería algo grave?, me aleje y me ocupe de
mis deberes, después de un rato decidí ir a verla, ver si estaba más tranquila,
pero fue pánico, fue algo que espero nadie sienta nunca, algo indescriptible lo
que sentí al verla con decenas de pastillas en sus manos y antes de que pudiese
hacer algo, las ingirió; corrí asustada y metí mis dedos en su boca pero ya era
demasiado tarde, se desmayó. Hay una laguna enorme en mi ser en ese momento, lo
próximo que recuerdo es estar en un hospital viéndola llena de tubos y cables,
la amaba más que a nada, más que a nadie y allí estaba pálida y a mi parecer
sin vida. No hay manera de describir esa rabia que invadió mi cuerpo.
Los médicos lograron aliviarla y los siquiatras hablar sobre lo
ocurrido, tras unas semanas ella volvió a casa y todos volvimos a la rutina
casi como si nada hubiera pasado, intentando olvidar lo dejamos pasar, tras
unos días, semanas, tal vez meses y Elizabeth empezó a pasar demasiado tiempo
sola de nuevo, nuestro error.
Transcurrió el tiempo, las peleas volvieron y sin previo aviso una noche
en la que todos estábamos en la casa, la furia de Elizabeth volvió, esta vez
nada fue suficiente y después de gritar a mi padre, a mi hermana y a mí, la
consentida de la casa fue a la cocina, tomo un cuchillo y se situó en un lugar
en el todos podíamos verla, cuando logre entender sus intenciones me acerca e
inmediatamente intente decirle algo ella me miro casi con algo de ternura y me
dijo:
—No digas nada, que no hay tiempo…
Lentamente y sin emitir ni un solo sonido desgarro sus venas en cada
muñeca y procedió a clavar el cuchillo como un caza vampiros digo yo, con una
daga en lo más profundo del corazón.
Fue efectivo, muy doloroso y extremadamente sádico, la muerte fue casi instantánea.
La odio, nunca entendí porque lo hizo, me dejo sola, su cobardía fue más
grande que el amor por su familia, o cualquiera que fuera el sentimiento que
ella sentía por nosotros...esa mujer no es mi madre, tiene mi sangre y me hizo fría,
su amilanado espíritu solo nos dejó un ensangrentado cuerpo para recordar lo
ocurrido. Y en cuanto más débil es el
recuerdo, más se apodera de mí el dolor. Pasamos semanas en intentar entender
sus razones y nuestra culpabilidad, nunca lo conseguimos.
Esa mujer me hizo conocer el sentimiento más puro, el odio, solo eso le
agradezco a aquella que se atrevió a llamarme hija.