lunes, 4 de marzo de 2013

Reseña comparativa: Desayuno en Tiffany's


La novela del autor norteamericano Truman Capote de 1958 en comparación con su versión cinematográfica de 1961 presenta varias diferencias notables, que van desde el inicio, por la manera en que Holly y Paul se conocen.
Además de esto, hay bastantes aspectos y personajes que se omiten en la película por el hecho de mostrar de un modo más corto una de las más importantes obras de Capote, mientras en el libro ocupan un lugar destacable roles como el de Joe Bell, el de Mag, entre otros, en la película son inexistentes. Pero del mismo modo que se omiten personajes, también se agregan otros  como la decoradora que se encarga de mantener a Paul.
Las maneras en que se llevan a la pantalla grande otros momentos memorables, van desde la pérdida del gato, el nombre del adinerado brasileño (Jose Ybarra-Jaegar en el libro y Jose Da Silva en la película), hasta la pelea entre Holly y Paul.
A mi parecer al aspecto en que más difieren las dos versiones de Desayuno en Tiffany’s está en el carácter que se le crea a Holly o Lulamae, que en la creación original es un alma salvaje y libre, y tal realidad jamás se torna distinta junto con su deseo por no cambiar; pero en la película al final esto si cambia, porque Holly decide quedarse con su amigo y amante, Paul, en vez de buscar su libertad en tierras lejanas como lo logra en la novela al huir a Brasil.


Nos falto comunicación..


Cuando esta absurda guerra tuvo su fin,
Olga obedeció a su instinto,
Miro fijamente a Ignacio, quien extrañamente se parece a ti,
Unto sus labios con un bálsamo igual al que usaba Lucia Cuauhtémoc.
No necesitamos palabras para entender cuanto lo amaba,
Irremediablemente te recordé, tan revolucionario como esos tiempos locos en las Farc,
Certeramente deseo hubiésemos hablado mejor, anhelo que las cosas no hubieran llegado a este punto, sin ti
A juzgar por esta realidad, cometimos un error, sí que nos faltó comunicación
Casi puedo sentirte, casi puedo verte cómo ve Olga a Ignacio, pero no es así, debo entender que aquí no estás tu
Instintivamente y como una necesidad aterradora, te recuerdo leyendo el Islam,
Ojala supiera porqué, tu no entiendes cuanto extraño tus tonterías, tus lecturas absurdas, tus creencias, no tienes idea cuanto te extraño
No voy a olvidarte, no se desvanecerán las huellas de esta guerra a pesar del tiempo, lo prometo,  pero por favor detén este reloj y este tiempo que nos distancia, por favor detén este tic tac, tic tac.

Último minuto de vida.



Soy un hombre como cualquier otro digo siempre, tuve sueños, aspiraciones, todo eso lo tuve, lo juro. No sé en qué momento llegue a este lugar en el que no soy nadie, no tengo nada, mi familia está muerta y lo único que tengo es la certeza de una muerte que no da espera.
Solo me resta un minuto de vida en el cual vienen a mí, reminiscencias de una vida llena de tragedias y de errores que me llevaron a este lugar, a morir como un animal sin dignidad alguna. Hace un par de años pensé en la muerte y se veía como algo lejano que a mi edad ni se tenía en mente.
Tengo 33 años, vivo en Texas y nunca fue sencilla mi vida. Cuando tenía 12 años vi morir a mi madre en brazos de un hombre que solo quería un maldito collar que estuvo en la familia por siglos, no sé porque tuvo que usarlo justo ese día, solo sé que la asesino, frente a mí, porque se rehusó a entregarlo, un solo disparo y empezó a desangrarse de la manera más dolorosa, fui incapaz de hacer algo, de ayudarla, solo pude observar y tenerla en mis brazos entre mis sollozos de niño asustado. A mi padre nunca lo conocí y nunca me importo la verdad, era un desconocido que nunca se interesó por mi o mi hermana, la única familia con la que contaba ahora.
En un acto de análisis mi vida siempre llego un punto donde creo rasguñar la felicidad hasta que un hecho desafortunado me quitara cualquier esperanza de vivir, aun siendo niño. Recuerdo claramente cuando estaba en primer año de preparatoria, que secretamente amaba a Isabelle, me encantaba como miraba a Jacob y se barnizaba las uñas en el almuerzo con sus amigas. Siempre quise hablarle, pero era tan retraído y cada vez veía que mi autismo me consumía cual cáncer, llegue a imaginarme en una vida perfecta junto a ella, que dormíamos en campos inmensos de flores aun sin haberle dirigido un saludo, llegando al cenit de mis emociones, sintiéndome imponente e indestructible, feliz como nunca, viviendo de alucinaciones que solo hallaban hogar en mi cerebro; estos hallaron un punto donde su choque con la realidad sería tan estrepitoso como el susurro de estos hombres que están a segundos de acabar con mi vida, y así fue como en medio del patio le grite a Isabelle que me moría por ella y le robe un beso a pesar de su rostro de desprecio y asco me sentí absolutamente pleno y feliz con el simple roce de sus labios suaves y perfectos en los secos y partidos míos.
Todos estos recuerdos vienen a mí justo cuando se interrumpen  por el grito de ese hombre que me avisa que me quedan 40 segundos de vida, me amarran los brazos y piernas mientras preparan las jeringas y yo sin anestesia alguna, observo. Intento dejar de pensar en eso, intento recordar mis momentos felices, como cuando conocí a Kath.
Kath fue la mujer de mi vida, la conocí en Forth Worth, en un viaje que hice por azares de la vida, ella me observaba de una manera tan picara y especial que aun puedo sentir su mirada aquí, tras ese estrado, como si nunca hubiera muerto  y  aunque hasta el último día de su vida lo negó, yo sé que me observaba tan encantada como yo lo estaba con ella, tome fuerzas y me acerque a hablarle con la delicadeza con que nunca lo hice y el resto es historia, fue el amor de mi vida, fue perfecta, la madre de mis dos pequeña Jenna y Taylor.
Desde que me encarcelaron, hasta hoy, el día de mi muerte, siempre me preguntaron porque tuve que asesinarlas, siempre diciendo:
— ¡Desgraciado! Eran unas niñas, era tu esposa, tú hermana, ¿Cuál es tu problema, bastardo?
Dios, pero es que nadie entiende lo despreciables que un día se tornaron, nadie entiende la basura en la que se convirtieron. No es culpa de mi enfermedad, esto no tiene nada que ver con un autismo que ha sido mi única compañía siempre, ¡NO! Era más que eso.
Ya se acaba el tiempo, hay tantas cosas que faltan por recordar de una vida feliz, algo feliz,  no espero que nadie alguna vez entienda porque lo hice, solo puedo decir que tengo la certeza de que hice lo correcto y que mi muerte no es en vano porque ellas al igual que yo merecían su muerte, me traicionaron, juraron nunca dejarme y miren esta realidad.
Vuelvo a la realidad con la voz de ese hombre que dice que se acabó, siento como se inmoviliza mi cuerpo y se cierran mis ojos, esta mierda se acabó.

¿Cómo se escribe un cuento?


Juan Antonio es un hombre común, nada extraordinario, nada especial, es solo un hombre. Nunca el mejor, nunca el peor, siempre presente más nunca destacable; la vida no fue sencilla pero siempre logro pasar las adversidades con éxito, algo de éxito.
Este hombre vivía en Kansas, en los suburbios, con padres de clase media y trabajos sencillos que apenas les permitían vivir con un par de lujos. Al llegar a la adolescencia Juan empezó  a preguntarse cuál sería su labor en el mundo pero sin pensarlo muy detenidamente decidió estudiar administración de negocios en la Bethany College Kansas, allí llevo a cabo una educación promedio. Conoció de amor, sexo, drogas, lujuria, alcohol, una educación normal.
Al finalizar su carrera profesional quedo a la deriva, fuera de su zona de confort y con la necesidad de encontrar un trabajo fijo. Busco por toda la ciudad pero no hallo nada, mientras estaba en ese momento  de búsqueda de identidad un poco tardía, recibió la noticia de que sus padres han muerto al ser brutamente golpeados  por unos hombres no identificados. Este hecho sacude el hasta entonces tan reducido mundo de Juan Antonio y lo hace caer en una inmensa depresión por algún tiempo hasta que descubre una pasión que no sabía siquiera que tenía y la encontró en medio de la desesperación buscando donde expresar tanta rabia y dolor.
La literatura le dio esperanza, sueños, ganas de seguir luchando y deseos de crear historias que pintaran con palabras mundos extraordinarios en sus lectores, pero no cualquier tipo de literatura era lo que buscaba, lo que lo hacía sentir vivo y con emoción por cada poro de su cuerpo eran los cuentos. La inspiración estaba por doquier, cualquiera que fuera el lugar al que iba, lo hacía imaginar las más hermosas y cortas historias, de esas que te hacen sonreír o entrar en la depresión más grande solo con un par de páginas. Eran tantas las ideas de este renovado Juan, que decidió que antes de hacer las obras que según el marcarían su obra, su carrera y su vida escribiría un libro titulado ¿Cómo se escribe un cuento? En el cual le contaría a sus lectores, las características, los detalles, los secretos a la hora de escribir un relato corto, siempre teniendo en cuenta que a pesar de que sus conocimientos acerca del tema eran casi completamente empíricos para otras personas el proceso de redacción y de  concebir un estilo propio sería diferente.
Este texto cambio la vida de nuestro protagonista, nuestro hombre común e irrelevante, a través de las letras tomo brillo, concibió un universo desconocido que ya no solo vivía en su mente sino también en las de sus fascinados lectores.

Ella va, triste y vacía…



Desde el comienzo de la noche se percibía la tragedia, se sentía sin necesidad de saber siquiera lo que había pasado, Julián esperaba por saber la verdad de lo ocurrido. De repente salió María sollozando y después llorando descontrolada.
-Estoy embarazada, mi amor, perdón – dijo sin mirarle, afligida.
-No es tu culpa, pero debo irme. No me busques.
María era una joven de 17 años talentosa, amante de la música y el baile, el arte era el motor de su vida, su pasión y su esperanza. Llevaba dos años junto a Julián, ya un hombre de 22 años que vivía una vida muy diferente a la de María. Llevaban una vida normal, eran felices, nada extraordinario. Por el azar de la vida una noche María fue una fiesta sin Julián, y estando allí empezó a coquetear con un chico que no conocía, era Andrés, nadie sabía quién era o porque había sido invitado a la fiesta pero allí estaba…El coqueteo inocente se salió de control y el desconocido joven empezó a sobrepasarse con la inocente chica. Se nublan mis memorias en aquel momento pero al otro día la protagonista de esta historia esperaba por un bebe al que no deseaba.
La familia inmersa en el dolor, Andrés sin dejar huella y Julián abandonando a su suerte a María; parecía el final de la historia, pero la inesperada decisión de maría cambio todo, era un aborto lo que ella quería, todas sus amistades y familiares rechazaron su decisión y la abandonaron. Ya no iba a ser madre, pero estaba sola, sin sueños, sin la pasión que hace un tiempo el arte le provocaba, por el error de una noche quedo consumida, quedo vacía. 

No apto para fantasiosos u optimistas.




Odio ¿sentimiento negativo? El odio no te hace enceguecer, enloquecer, no te vuelve un inútil, no te hace dibujar corazones en la esquina de un cuaderno, el odio aunque idealistas optimistas lo pinten negativo es puro, sincero, el odio no espera nada a cambio, no es pretensioso, no exige nada como lo hace el amor. Cualquiera puede perder la razón al enamorarse, cualquiera ve el cielo en los ojos de la persona amada pero no cualquiera odia con el corazón, no cualquiera es fiel a sus sentimientos y guarda rencor en cada poro de su cuerpo. Repito el odio es más simple, más puro, es casi perfecto.

No es resentimiento lo que se esconde bajo mis palabras, es sinceridad, algo a lo que se ha acostumbrado esta sociedad a huirle...o bueno tal vez si hay algo de resentimiento pero y ¿a quién le importa?

Yo fui feliz, yo creía en esas tonterías del amor, inocentemente pensaba que los finales felices no solo estaban en los cuentos de hadas. Amar es de ilusos, odiar es una realidad.

Les explico antes de que me miren como si fuera cruel o mala, yo fui feliz, tenía mas de lo que podía pedirle a la vida. Mi nombre es Beth y el de ella es Elizabeth "ella" es mi madre, una mujer que nunca dejo de estar para mí en cuerpo pero nunca estuvo en alma y corazón, nunca le conocí en realidad, solo veía a través de sus ojos sus mentiras y sonrisas que solo brotaban cuando estaba con los que creía eran sus amigos, porque para mi padre, mi hermana y para mi esas risas no existían.

La amaba, no les miento a pesar de sus miradas frías y caricias hipócritas, la quería tanto como se puede querer a una persona. Si me lo preguntan hubiese dado todo por ella y por verla feliz un segundo, feliz de verdad

Un día que parecía ser como cualquier otro en el que mi casa estaba tan sombría como siempre, una discusión se desato ya ni siquiera recuerdo porque, eran Elizabeth y mi hermana Fernanda, gritaban por toda la casa, pataleaban, sollozaban, poco entendía el porqué de la rabieta, solamente la risa me cambio desde el primer grito, recuerdo como se decían cosas horribles que desearía no haber escuchado, recuerdo como se golpeaban mientras yo en el medio intentaba separarlas sin lograrlo; después de un rato Fernanda se fue y mi mamá lloraba sin parar. El tiempo se nos fue para mi hermana y yo, pasamos desapercibido lo que podría ocurrir.

¡Dios! ¿Cómo iba a saber que sería algo grave?, me aleje y me ocupe de mis deberes, después de un rato decidí ir a verla, ver si estaba más tranquila, pero fue pánico, fue algo que espero nadie sienta nunca, algo indescriptible lo que sentí al verla con decenas de pastillas en sus manos y antes de que pudiese hacer algo, las ingirió; corrí asustada y metí mis dedos en su boca pero ya era demasiado tarde, se desmayó. Hay una laguna enorme en mi ser en ese momento, lo próximo que recuerdo es estar en un hospital viéndola llena de tubos y cables, la amaba más que a nada, más que a nadie y allí estaba pálida y a mi parecer sin vida. No hay manera de describir esa rabia que invadió mi cuerpo.

Los médicos lograron aliviarla y los siquiatras hablar sobre lo ocurrido, tras unas semanas ella volvió a casa y todos volvimos a la rutina casi como si nada hubiera pasado, intentando olvidar lo dejamos pasar, tras unos días, semanas, tal vez meses y Elizabeth empezó a pasar demasiado tiempo sola de nuevo, nuestro error.

Transcurrió el tiempo, las peleas volvieron y sin previo aviso una noche en la que todos estábamos en la casa, la furia de Elizabeth volvió, esta vez nada fue suficiente y después de gritar a mi padre, a mi hermana y a mí, la consentida de la casa fue a la cocina, tomo un cuchillo y se situó en un lugar en el todos podíamos verla, cuando logre entender sus intenciones me acerca e inmediatamente intente decirle algo ella me miro casi con algo de ternura y me dijo:
 —No digas nada, que no hay tiempo
Lentamente y sin emitir ni un solo sonido desgarro sus venas en cada muñeca y procedió a clavar el cuchillo como un caza vampiros digo yo, con una daga en lo más profundo del corazón.

Fue efectivo, muy doloroso y extremadamente sádico, la muerte fue casi instantánea.

La odio, nunca entendí porque lo hizo, me dejo sola, su cobardía fue más grande que el amor por su familia, o cualquiera que fuera el sentimiento que ella sentía por nosotros...esa mujer no es mi madre, tiene mi sangre y me hizo fría, su amilanado espíritu solo nos dejó un ensangrentado cuerpo para recordar lo ocurrido. Y en cuanto más débil es el recuerdo, más se apodera de mí el dolor. Pasamos semanas en intentar entender sus razones y nuestra culpabilidad, nunca lo conseguimos.

Esa mujer me hizo conocer el sentimiento más puro, el odio, solo eso le agradezco a aquella que se atrevió a llamarme hija.



MI RUTINA.


Usualmente me despierto a las 7 de la mañana, abro los ojos sutilmente, supongo; inicio el día al bañarme y posteriormente alimentar a mis dragones en Dragon City, un juego al cual estoy obsesionada hace un par de meses. Mientras hago esto, escucho música y me visto. Tomo cualquier cosa para usar y procedo a maquillarme, peinarme y ponerme los aretes. En todo el transcurso de lo que hago en mi casa, soporto los regaños de mi mamá que dice que soy una descuidada y me recuerda lo tarde que es y lo lejos que vivo.

Al salir de mi casa, camino un par de cuadras hasta llegar a una esquina en la cual espero el bus que usualmente no tarda en pasar. Ingreso al bus que siempre va lleno, las paradas que hace tal medio de transporte son absolutamente elevadas y después de unos 40 o 50 minutos llego al portal de la 80 y espero el H21 que en unos 15 minutos me transporta hasta la estación de la 76 con Caracas, es necesario caminar solo una cuadra y llego a la universidad, usualmente justo a tiempo.